jueves, 6 de noviembre de 2014


1.5.6. Quema.
En relación con las formas de cocción de estos distintos grupos de cerámica, hay que denotar que en América prehispánica no se conoció el horno cerrado. La mayor cantidad de piezas fueron cocidas en hornos abiertos que partían de la base de un hoyo de forma cuadrada hecho en la tierra. El orificio era llenado con las piezas hasta que formaban un promontorio de tipo cónico invertido. Luego era recubierto con astillas, hojas y ramas secas, los pedazos de leña con mayor tamaño se cree que eran colocados al final, para aprovechar mejor el combustible para la cocción.
1.41. Tláloc. Escultura de gran tamaño, decuerpo cilíndrico, policroma.

La técnica para la realización de todos estos elementos varía entre el modelado a mano y la utilización del molde o la combinación de ambas, dependiendo en cada caso de la época de su realización o de la cultura donde se producen. De todas maneras, queda una vez más de manifiesto la importancia y trascendencia de este material aparentemente humilde.
Se esperaba a que la pieza alcanzara el punto de dureza de cuero, entonces se le aplicaba la técnica de pastillaje, usada para la decoración en alto relieve, que podía ser con figurillas antropomorfas, zoomorfas e incluso fitomorfas que se agregaban en la pieza. Sobre todo eran decoradas las de uso ritual y en gran cantidad las figurillas y vasos encontrados en Cihuatán, como las figuras del Xipe totec, vasos Tláloc y Venado con ruedas.
1.38. Cuenco con aplicación zoomorfa. Período Clásico (200 a.C.-900 d.C.). Museo de Antropología de la UTEC.
Las técnicas permiten elaborar diferentes formas con variaciones de profundidad, etc. En algunos casos, los adornos de las tapaderas, así como las asas de otras, eran colocados según el tiempo de secado de las piezas, en su mayoría se hacía en el estado de dureza de cuero. El bruñido de las mismas se llevaba a cabo después de ser engobadas.
El engobe base era aplicado por inmersión, en su mayoría tonos claros como naranjas y cremas como en el caso Marihua y otros estilos. Luego el decorado con las representaciones iconográficas variadas era sobre puesto en tonos oscuros como rojos y café oscuro, derivados del óxido de hierro y de manganeso.
1.39. Cerámica policromada con aplicación y engobe blanco. Cocodrilo, Joya de Cerén.
Técnicas de aplicación de engobes que permiten resultados más complejos como en el caso del batik, se cree que utilizaban cera como aislante para decorar en dos tonos, el color natural del barro y el del engobe, para un efecto de negativo y positivo.
Otra característica de estas formas son sus soportes, muy frecuentes en los incensarios y cajetes. Estos varían según su tamaño y el período de su manufactura. Los más característicos son los soportes de base plana y de estilo mamiforme, ahuecados y con sonajero, coniformes y de botón; con distribución trípode y tretrápode.
Una técnica muy frecuente en los decorados es el esgrafiado y el punzonado inciso en los bordes engrosados de las piezas. A veces inciden en la superficie de las piezas, ya sea directamente en el barro o solo en la capa de engobe.
Por lo general las formas logradas con este tipo de decorados son geométricas y para determinar áreas (zonados).
1.40. Vasija plomiza naranja fina, procedente de Loma China, San Lorenzo. Período Post-clásico. MUNA.
Un aspecto muy importante a destacar, es que la decoración a menudo se muestra inherente a la forma, es decir, el diseño de la pieza y su línea, puede jugar un rol estético que podría considerarse como parte de la decoración en las piezas cerámicas o contemplarse como un conjunto de elementos decorativos que se complementan, un ―todo‖.
Fowler ha escrito que la amplia distribución de Gualpopa y Copador (término compuesto a partir de los nombres Copán y El Salvador) desde el occidente salvadoreño hasta la región suroccidental de Honduras, es un indicador de que existió una red comercial entre estas zonas durante el Clásico. Beaudry incluye en esta área de intercambio la zona del Motagua Medio en Guatemala —ambos autores citados por Genovez—.42
Copador y Gualpopa se distinguen por la presencia de seudoglifos, figuras humanas llamadas ―nadadores‖ y otros motivos en rojo y negro sobre crema o beige como decoración; el rojo en el primero, sin embargo, está hecho a base de hematita especular.
El intercambio que sugiere la distribución territorial de ambos tipos, representa contactos estrechos entre los grupos de élite del centro y occidente de El Salvador y los de Copán.
En el oriente tuvieron amplia distribución las vajillas Salúa (término compuesto a partir de los nombres El Salvador y Ulúa), quizá originalmente fabricadas en Honduras e importadas desde allá, pero que serían copiadas para fabricación local.

Sus diseños muestran figuras humanas o fantásticas con ricos atavíos y llamativa vestimenta, combinados con bandas de volutas, grecas y petates o esteras; todos ellos con gran policromía. Esta cerámica aparece con cierta frecuencia en el occidente del país, muchas veces junto a Copador; pero esta última es rara en la zona oriental.


Además de la gran cantidad de vajillas cerámicas burdas utilitarias y finas de servicio o para comercio, durante el Clásico se produjeron numerosos incensarios y braseros con espigas y púas, así como figurillas (sobre todo femeninas) modeladas y moldeadas de las fases Payu, Lepa y Tamasha, correspondientes al Clásico Tardío (650/700-900/1000 d. C.). Se reportan otros artefactos como instrumentos de viento y percusión (pitos simples, pito-flautas, flautas, ocarinas y tambores), orejeras, sellos, malacates (pesos de huso para torcer fibra de algodón y producir hilo para textiles), tiestos trabajados, moldes para producir figurillas, pesos para atarraya y cuentas ornamentales.La cerámica Plomiza Tohil y Policroma Nicoya han sido asociadas a la expansión Pipil en el territorio salvadoreño. Estas vajillas fueron comercializadas a través de Mesoamérica y se han encontrado en el centro de México, importadas desde Centroamérica.En una vía contraria fue traída hasta aquí Anaranjado Fino. El Museo Nacional de Antropología ―Dr. David J. Guzmán‖ en San Salvador posee varios ejemplares de dichos estilos. La cerámica plomiza parece haber sido fabricada en algún lugar del occidente deGuatemala y comercializada desde ahí a toda Mesoamérica; la Nicoya fue creada en alguna zona entre Nicaragua y Costa Rica, y luego distribuida hacia el norte, donde fue ampliamente copiada.



1.4.3. Período Posclásico.
Hay un inventario considerable de artefactos cerámicos fabricados localmente o importados durante el Postclásico (900/1,000 a 1524 después de Cristo) en El Salvador; aunque no todos pueden adjudicarse a los Pipiles, la mayoría son asociados a este grupo. Se tienen efigies de ―Xipe Totec‖, una divinidad Nahua, cuyo nombre significa ―Nuestro Señor el Desollado‖; incensarios ―Las Lajas‖ (de gran altura y decorado con picos o espinas cónicas); figurillas ―Mazapan‖, que son efigies moldeadas y muy similares a otras encontradas en México Central; vasijas y efigies ―Tlaloc‖, el dios de la lluvia de las culturas del valle central mexicano; efigies jaguar, de tamaño cercano al natural; así como la vajilla Marihua Rojo sobre beige, la cual exhibe diseños con aparente origen en el centro de México.


Entre otros objetos de la industria cerámica asignada al Postclásico pueden ser mencionados: cierto tipo de figurillas con ruedas, efigies de calaveras trepanadas, sapos
suplicantes‖, incensarios de estilo Mixteca-Puebla, pipas y cerámica micácea (con mineral de mica en la pasta) en varias formas, cántaros de cuello corto y superficie bruñida (fuerte alisamiento), comales planos y vasijas policromas con engobe crema, conocida esta vajilla como Chinautla, importada desde las tierras altas Centrales de Guatemala.

1.5. TÉCNICAS Y PROCESOS DE ELABORACIÓN DE CERÁMICA
PREHISPÁNICA MESOAMERICANA.
1.5.1. Materia Prima.
La elaboración de la cerámica exige un proceso previo de selección de la arcilla, lavado de impurezas, adición de un material desengrasante o antiplástico para determinar su modelado, tal como paja, arena, concha o cerámica molida y otros. No todos los pueblos utilizaron los mismos tipos de arcillas ni las mismas clases de desgrasantes.
Probablemente, en la mayoría de los casos, se trabajó con arcillas locales extraídas de yacimientos cercanos, las cuales se mezclaban con desgrasantes. A esta mezcla se le agregaba material orgánico para que desapareciera en la quema y así obtener una pieza de menor peso, que facilitara el transporte.
1.5.2. Procesos de Construcción.
En cuanto a construcción, la técnica del modelado (darle forma y detalles con el movimiento de los dedos) habría sido, sin duda, la más generalizada en tiempos prehispánicos, pues los moldes para elaborar vasijas se utilizaron limitadamente y el torno de alfarería como lo conocemos ahora no se usó sino hasta con la llegada de los españoles a estas tierras.
La técnica para la confección de la cerámica variará, así, desde la utilización de una pella de barro que se ahonda, ahueca y conforma con la mano, utilizada para cerámicas toscas y no de muy gran tamaño, hasta la del adujado, o enrollamiento de cilindros de arcilla que se colocan sobre una base y se van superponiendo y alisando con los dedos.
Posteriormente, las superficies se alisan y allanan con la mano, con una piedra fina incluso con un pedazo de cuero. En épocas tardías y en culturas complejas se generalizará el uso del molde, vaciándose las piezas en dos mitades que luego se acoplan, borrándose esmeradamente la línea de unión.



En general, las piezas o vasijas fueron construidas a base de distintas técnicas, como rollo, pellizco, horma (plantilla para formas básicas) y en algunos casos hasta molde de barro cocido (para obtener piezas con mayores detalles) para optimizar la producción.
Entre las técnicas y procesos de elaboración, las más desarrolladas y difundidas fueron: rollo y pellizco.

1.5.3. Producción.
La técnica para la realización de todos estos elementos varía entre el modelado a mano y la utilización del molde o la combinación de ambas, dependiendo en cada caso de la época de su realización o de la cultura donde se producen.
En las sociedades más desarrolladas se constituyeron talleres artesanales; los artesanos conformaron una de las capas sociales con cierto nivel de importancia. Se llegó a producir grandes volúmenes de piezas cerámicas que eran exportadas para cubrir la demanda. Para agilizar la producción utilizaron moldes de barro cocido, lo que significó otro avance tecnológico.

1.5.4. Formas.
El hecho de que la cerámica sea uno de los elementos más constantes entre las culturas indígenas americanas y de que de cerámica se manufacturasen gran cantidad de objetos diversos, hace que la cerámica participe de múltiples funciones, ya sean de índole
doméstica, funeraria o ceremonial, al margen de que también pueda ser considerada ocasionalmente como obra de arte.
Entre las culturas menos complejas, la cerámica, de formas simples, se utiliza sobre todo para cubrir las necesidades de la vida cotidiana. Se encuentran a así numerosas formas de vasijas que reciben múltiples nombres, muchos de ellos referidos a su uso concreto, tales como cuencos, platos, platones, fuentes, vasos, tazas, botellas, alcarrazas, entre las cuales se cuentan algunas muy especializadas que proporcionan valiosas indicaciones sobre la existencia de determinadas costumbres y pautas de alimentación. Por ejemplo en muchas regiones de México se encuentran los molcajetes, a manera de cuencos con pequeñas patas y fondo levantado por medio de incisiones que se sabe se utilizaban para moler chile y otros condimentos semejantes. Grandes platones con esquirlas de sílex incrustadas hacían la función de ralladores. Presencia de budares, o grandes discos de cerámica con el borde levantado que se utilizan para cocer las tortas de harina de mandioca. Se usaron muchos recipientes de gran tamaño para almacenar alimentos: su presencia se asocia a la existencia de maíz. Son grandes vasijas de gruesas paredes y factura no muy delicada que solían enterrarse en el suelo a modo de silos.
Se hacen así de cerámica objetos relacionados con la obtención de alimentos o con diferentes tipos de manufacturas, como las pesas de red o los volantes de huso también llamados malacates en México y torteros en Suramérica; sellos o pintaderas, de forma cilíndrica, utilizados para el estampado de cerámica, de tejidos, e incluso de la piel humana; objetos ornamentales, como chaquiras, cuentas de collar y orejeras; instrumentos musicales, algunos simples silbatos ornitomorfos empleados como reclamos de caza, y también verdaderas flautas y ocarinas antropomorfas; símbolos de prestigio, como apoya nucas y banquetas y, sobre todo, objetos que tienen que ver con creencias y culto, como las ya mencionadas figurillas de carácter antropo o zoomorfo o incluso fantástico, y máscaras de gran variedad de formas y tamaños.

Y en ocasiones se usó también la cerámica como recipiente para cadáveres. Son las urnas funerarias, vasijas de formas variadas, pero siempre de amplia boca y cuerpo panzudo, de dimensiones variables, pero por encima de un tamaño mediano.
Pero la función fúnebre de la cerámica no se limita a la de recipiente de los restos. Sobre todo en culturas complejas, como en las denominadas jefaturas, donde los aspectos de culto a los antepasados son de primordial importancia, el fasto de los enterramientos adquiere enormes proporciones y en él la cerámica juega un papel de primordial importancia. Puede tratarse de recipientes para contener tanto alimentos como ofrendas varias, o bien representar, ya sea en forma de cerámica pintada, modelada o figurillas, escenas de todo tipo cuyo propósito es rodear al difunto de todo lo que le era familiar en vida, pero en cualquier caso realizados de manera espléndida y espectacular.
También en culturas complejas, donde otros aspectos ceremoniales y rituales son así mismo de enorme importancia, la cerámica, por obra y gracia de la mano de artistas especializados, se convierte, además, en imprescindible para cubrir partes importantes de dichos rituales. Se encuentran así, por ejemplo, un amplia variedad estilística de quemadores de copal o incensarios, que pueden tomar la forma de un pequeño recipiente cubierto con un enorme tapadera repleta de elementos diversos o, a la inversa, una pequeña tapadera o ausencia de ella cubriendo un gran recipiente que adopta la forma de una gran figura humana o animal.







CUADRO N° 1
MARCO GENERAL DE LAS CULTURAS PREHISPÁNICAS EN EL
ACTUAL TERRITORIO DE EL SALVADOR
Período Preclásico 1500 a.c.-250 d.c.
RASGOS GENERALES


GENERALIDAD
CERÁMICA


CERÁMICA EN EL
SALVADOR
Se desarrolla una etapa más
avanzada que la aldeana o tribal, las comunidades agrícolas y de pescadores se mantienen.
En esta etapa se construyen los primeros centros ceremoniales para una sociedad compleja y estratificada, formada por una casta sacerdotal, una religión, por artesanos de tiempo completo y por un comercio intensificado.
En estas sociedades existe una
organización interna avanzada,
pues hay señores, sacerdotes,
artesanos especializados en la alfarería, construcción, carpintería, tejido, tallado en piedra; comerciantes, pintores, músicos y campesinos. La sociedad es perfectamente capaz de dominar su ambiente, de proporcionarse el alimento, construye incipiente centros ceremoniales y desarrolla y amplía sus conceptos en artes, religión y conocimientos.
El arte de la cerámica se
expresa en vasijas monocromas,
por lo general en colores
negros, grises, naranja, rojos y
blancos o crema; lo mismo que
bícromas; rojo sobre blanco,
rojo sobre café, rojo sobre
crema, negro sobre crema,
también se desarrolla una
cerámica naranja-cafetosa con negativo nubloso.
Entre las formas pueden
mencionarse: Vasijas silbadoras,
incensarios con mangos, jarras o floreros, platos con anchos bordes acanalados, cuencos trípodes y vasijas miniaturas, a la vez que se modelan figurillas con los ojos
perforados, extremidades desmontables, adornos de barro, tubulares y huecas.
En El Salvador, la cerámica va
evolucionando hasta la policromía, en colores rojo y negro sobre anaranjado, también se hace muy común el negativo
Usulután y la decoración pintada
sobre estuco seco; y entre las formas también podemos agregar el aparecimiento de los vasos de paredes rectas, los vasos con vertederas, las vasijas tetrápodas, incensarios con
efigies, y se hacen frecuentes los soportes mamiformes.
PRECLÁSICO INFERIOR
O TEMPRANO
(1 500 A.C.- 900 A.C.)
En este período se forman las primeras aldeas agrícolas y sus habitantes compartían ideas de organización social, religión, arquitectura y cerámica. Mientras algunos sitios en El salvador permanecen como simples aldeas, otros van desarrollándose con rasgos culturales más avanzados. Un ejemplo de esto es la zona del valle de Chalchuapa, en el sito de El Trapiche y la porción norte de la laguna Cuzcachapa, ahí se encontró evidencia de cerámica, arquitectura, figurillas, fragmentos de obsidiana, machacadores para cortezas, sellos de barro, que indican que estos lugares fueron seleccionados como áreas de asentamientos por grupos poblacionales que llegaron a El salvador durante el período preclásico temprano.
Se ha llegado a plantear que este movimiento migratorio se da por la búsqueda de tierras para cultivar maíz, aunque, hasta la fecha no se han encontrado rastros de cultivos en la zona de Chalchuapa.
PRECLÁSICO MEDIO
(900 A.C.- 500/ 400
A.C.)
En este período los asentamientos en El Salvador proceden de Chalchuapa, San Nicolás y Atiquizaya (Ahuachapan); Atalaya y barra ciega (Sonsonate); Jayaque y Antiguo Cuzcatlán (La Libertad) , el perical, barranco Tovar y cerro el zapote (San Salvador).
Estos asentamientos presentaban varias características en común: poseían una estructura social estratificada, contaban con tecnología manufacturera sofisticada y usaban algunos bienes importados, en especial la jadeita y la obsidiana.
PRECLÁSICO TARDÍO
(500/400 A.C.-200/250
D.C.)
En este período existe una clara ocupación de varios asentamientos en las regiones occidental, central y oriental de El Salvador. Un sitio importante correspondiente a este período es Santa Leticia, en Ahuachapán, formado por numerosos montículos y plataformas, varias esculturas entre las que destacan individuos obesos.
Chalchuapa fue uno de los sitios más grandes del sureste de Mesoamérica, que mantuvo una fuerte relación con los sitios de las tierras bajas mayas; estos contactos se hacen evidentes por una estela con glifos encontrada en la estructura E3-1 de El trapiche; y la cerámica “Usulutan”, que se distingue por su decoración en negativo, y que probablemente fue producida en la región de Chalchuapa, convirtiéndose en uno de los artículos principales de comercio en la zona Maya.
Periodo Clásico 250-1200 D.C
RASGOS SOCIALES
GENERALES
CERÁMICA


Todo el florecimiento del preclásico se vio interrumpido en ciertas regiones del país por la actividad volcánica de Ilopango,
que hizo erupción hacia el año 260 d.c. Lava y ceniza se depositaron en diferentes puntos del país cubriendo terrenos agrícolas, fuentes de agua y asentamientos humanos.
La ceniza del Ilopango que se
conoce como “tierra blanca”,
selló depósitos de materiales
en sitios como Chalchuapa y
Cara Sucia en el Occidente;
Cerro del Zapote, Loma del
tacuazín, Barranco Tovar, El
Cambio. En el Centro y probablemente algunos sitios del
Oriente del país, Los Llanitos, cerca de San Miguel.
En los grandes asentamientos del período clásico surge una nueva forma de vida que se ha llamado Urbana, cuyos centros ceremoniales fueron cuidadosamente planificados y orientados.
En ellos se obtienen numerosos
servicios, entre ellos el acceso a artesanías especializadas y de amplia difusión, por ejemplo la producción de navajitas prismáticas de obsidiana.
La religión politeísta del Clásico
parece estar dominada por el
dios de la lluvia y el trueno
(Tlaloc y Chac). Además el dios
del fuego, y una diosa de la
fertilidad, que proviene de tiempos anteriores, del periodo formativo.
Durante el clásico se observa
la aparición de artesanías especializadas, algunas de ellas producidas de forma masiva.
Además de la producción de
navajillas prismáticas de obsidianas,
se encuentra la cerámica
que fue manufacturada en grandes cantidades. La existencia
de talleres especializados en la producción de objetos específicos,
implica una división compleja del trabajo.


CLÁSICO TEMPRANO
(200 D.C.-400 D.C.)
Para el Clásico la ocupación humana continúa en el centro-noreste y occidente de El Salvador durante los siglos III y IV d.c.
La alfarería tiene continuidad estilística hasta fines de este período y esto es un indicador de afinidad étnica entre los individuos del preclásico y Clásico temprano.
El valle de Zapotitán fue un área severamente afectada por la actividad volcánica, pero el centro-norte y occidente del país no fueron abandonados totalmente.
En el caso de Quelepa que no fue afectada por la erupción del Ilopango, el Clásico temprano representa el desarrollo y florecimiento de una cultura local, logró establecer importantes lazos con poblaciones situadas en las tierras altas y después de la erupción se relacionó con grupos del sur del istmo.
Los alfareros del Clásico temprano y medio en Quelepa no fueron
influenciados por agentes externos (tales como la alfarería policroma maya y/o Teotihuacana). Esta alfarería es más similar a la del centro sur de Honduras que a la reportada en Chalchuapa y Copán.
CLÁSICO MEDIO
(400 D.C-600/650 D.C.)
Para el año 500 d.c. se vuelve a ocupar el occidente y centro del territorio salvadoreño, cuando grupos maya-chorti llegaron a colonizar dichas regiones.
La actividad constructiva se hace evidente así como la producción de cerámica en Casa Blanca y Tazumal en la zona de Chalchuapa, en algún momento del clásico temprano y durante el clásico medio siendo el primero el foco de desarrollo cultural del siguiente período. El trapiche solamente sirvió para depositar ofrendas.
CLÁSICO TARDÍO
(600/650 D.C-900 D.C.)
Durante el Clásico tardío ocurrió un florecimiento cultural en el territorio de El Salvador. La construcción de complejos arquitectónicos integrando edificios con funciones cívicosceremoniales, político-administrativos, plazas, juegos de pelota, plataformas habitacionales, etc. Son indicadores de una organización de inversión de mano de obra.
Entre los sitios representativos están: Tazumal, Cara Sucia, San Andrés, Quelepa, Los Llanitos y otros menores como Hacienda
Tula, El Cambio, Santa Teresa y Asanyamba.
San Andrés tuvo su esplendor entre 600/650 d.c.-900/1000 d.c.
ya que funcionó como un importante centro cívico-político que ejerció dominio en los asentamientos menores del valle de Zapotitán.
Postclásico 900d.C-1524 D.C
RASGOS SOCIALES
GENERALES


CERÁMICA


Al período comprendido entre
900 d.C- 1200 d.C.,se le define
como una etapa de inestabilidad de la que surge un nuevo sistema dominado por los estados seculares. Se gestan los patrones básicos que desarrollarían y definirían al postclásico mesoaméricano.
En este período las cerámicas
locales salvadoreñas y aquellas
de comercio como la Nicoya
polícroma y la Tohil plomiza son contemporáneas.





Se podría decir que ciertas expresiones cerámicas responden a los períodos antes mencionados, los cuales se diferencian por cambios sociales, influencias migratorias y otros fenómenos que contribuyeron al cambio en la vida de las personas, en el desarrollo de sus sociedades y por consiguiente en la cerámica.
En materia de cerámica, específicamente, el arqueólogo Vicente Genovez amplía la información sobre los referentes de ésta, en torno a los tres períodos principales de la historia prehispánica salvadoreña en su escrito: Al Pasado por el Barro: La Cerámica
Prehispánica de El Salvador‖34 en el siguiente esquema de desarrollo de este arte:
1.4.1. Período Preclásico.
En acuerdo con los resultados de estudios llevados a cabo en las costas de Ahuachapán durante la segunda mitad de la década de los años ochenta, la cerámica encontrada en El
Carmen, cerca de los manglares, es la más antigua conocida hasta ahora en El Salvador.
Estos materiales fueron fechados entre 1,600 y 1,100 antes de Cristo; es decir, tienen en promedio más de 3,400 años. Hasta el momento, estos hallazgos marcan en territorio salvadoreño el inicio del período Preclásico, que se proyecta hasta 200 ó 300 años después de Cristo, con casi 2,000 años de duración. El Preclásico es frecuentemente dividido en períodos menores.


Aunque no se han encontrado piezas completas de la cerámica más antigua, se sabe que una de las vasijas más comunes eran los cuencos de boca muy restringida, llamados ―tecomates‖ (que no se parecen a los recipientes de dos cuerpos que se utilizan en El Salvador para guardar agua), muchos de los cuales fueron decorados con pintura roja en el borde, así como con punzadas, rayones e impresiones con olotes, conchas y otros artefactos en zonas de su cuerpo.
También se ha registrado cerámica muy antigua en Chalchuapa, Santa Ana, y la Cuenca del Paraíso o Alto Lempa, en la zona del Cerrón Grande. En ambos casos, sin embargo, no es tan antigua como la de El Carmen. Todas las muestras representan ocupación humana asignada al Preclásico Temprano (1,500-900 antes de Cristo).
En cuanto a la cerámica del Preclásico Medio (hacia el año 600 antes de Cristo), los tecomates o cuencos de boca restringida ya no fueron las vasijas más comunes. Se fabricaron otros cuencos menos profundos y con bandas en bulto circundantes llamadas ―pestañas‖, a la mitad de sus cuerpos o debajo de sus bordes. Durante siglos y acercándose al primer milenio de nuestra era, se crearon nuevas vajillas, en muchos casos de mejores acabados que las anteriores, con superficies rojas y naranjas muy pulidas. Aunque aparece alfarería fina (probablemente para servicio), siguen produciéndose numerosas vajillas burdas llamadas ―utilitarias‖, pues su función básica es servir como recipientes para almacenar o preparar alimentos, así como transportar o almacenar agua, vasijas que siempre están presentes en cualquier sociedad con fuerte tradición de alfarería.




Una de las lozas más conocidas del Preclásico es la ―Usulután‖, que domina durante la parte tardía y cuya producción se prolonga al período Clásico, al menos en algunos lugares de El Salvador. Ejemplares de este grupo cerámico-estilístico han sido encontrados en todo el sur de Mesoamérica, incluyendo Belice, Yucatán, Guatemala y Honduras.
Muchas vasijas presentan contrastes en colores naranja y crema o tonalidades dentro de esa gama, debido a la característica decoración en ―negativo‖ mediante la técnica ―fugitiva‖ de aplicación de los pigmentos. La técnica también es conocida como ―batik"




Del Preclásico también se conocen grandes incensarios de tres picos, casi siempre con decoración a pastillaje de apariencia humana.
Cerámica negra y café, de engobe rojo lustroso (por ejemplo del grupo Santa Tecla Rojo) y grafito en acanaladuras, también está presente.
Son numerosos los cuencos y platos hondos de cuerpos facetados y efigies modeladas, así como con tres o cuatro soportes (patas) en forma de botones, conitos o mamas (mamiformes), estos últimos durante los primeros tres siglos de nuestra era (0-300 d. C.).



Las figurillas con apariencia de mujeres sentadas o de pie, de grandes caderas, hombros anchos y piernas gordas, en estado de gravidez o cargando niñas o niños, también fueron comunes durante el Preclásico, sobre todo en la parte media y tardía, entre los años 500 antes de Cristo y 100 después de Cristo.
El estilo más conocido quizá sea el denominado Bolinas, cuyos ejemplares -además de los rasgos mencionados- también muestran lo que puede considerarse la indumentaria femenina de la época. Entre otros productos cerámicos del Formativo pueden también mencionarse sellos, anillos diversos y efigies-hongo. (Genovez, 2010, comunicación personal).


1.4.2. Período Clásico.
Delicadas lozas y vajillas finas policromas fueron bienes cerámicos de gran demanda durante el período Clásico. Entre los más conocidos se tienen Copador, Arambala, Gualpopa, Policromo Campana, Machacal, Chancala, Salúa, Tiquisate, Chalate Tallado (Entallado), Rojo sobre Naranja Oriental, Quelepa Policromo, Delirio Rojo y algunos más. Vasijas utilitarias de gran distribución también fueron comunes; la vajilla Guazapa (incluyendo las de engobe raspado) es una de las diagnósticas para dicho período (Genovez, 2010, comunicación personal). Frascos miniatura pudieron haber llegado de la zona del Motagua en Guatemala, junto con otros productos del lugar como el jade. Incensarios teotihuacanos también se han encontrado en Tazumal, lo que se interpreta como presencia de idiosincrasia religiosa del centro de México entre los pobladores locales, en un intento de ganar prestigio fundado en estrechas relaciones con Teotihuacan como gran urbe.

Tazumal en Chalchuapa, departamento de Santa Ana; Tecpán, San Andrés, en la carretera que de San Salvador conduce a Opíco; Quelepa, en el departamento de San Miguel, al oriente del país; y Joya de Cerén, en la misma ruta hacia el occidente32 de El Salvador, son ejemplos de sitios importantes en los que se desarrollaban las actividades ceremoniales y comerciales más importantes, en ellos se producía y comerciaba la cerámica. Estos sitios obedecían los regímenes políticos y militares de otros centros principales establecidos en Soconusco, y tierras bajas del Petén guatemalteco y campechano.
El territorio salvadoreño durante el período prehispánico, al igual que los demás territorios, fueron áreas de paso y de ocupación de diferentes culturas; así, El Salvador estuvo habitado por pueblos protomayas, como lo establece Gregorio Bello Suazo. A la llegada de los conquistadores en 1524, dentro del período del Postclásico, período en el cual comienza una serie de migraciones hacia las zonas de Centro América, que en arqueología —se determina como ―pipil‖ y se les entiende como un grupo procedente del centro de México o de su periferia.— (Paredes Umaña, 2005, comunicación personal)

El proceso evolutivo de la cerámica va de la mano con el desarrollo y refinamiento de las sociedades humanas. El Arqueólogo Gregorio Bello-Suazo en su ―Marco General de las Culturas Prehispánicas en el Actual Territorio de El Salvador‖,33 describe el proceso de manera cronológica en el área salvadoreña de la manera siguiente en el texto proporcionado por el autor como material de apoyo en la materia de Historia de la Cerámica Tradicional, cátedra impartida por el autor durante el ciclo II del año 2004:
Cada objeto de cerámica está sujeto al escrutinio de un punto de vista completamente económico. La conveniencia de dicho análisis es indiscutible, ya que revela una importante dimensión del objeto, estrechamente relacionado con las múltiples facetas que puede representar: estéticas, funcionales, técnicas, sociales y simbólicas. Las vajillas finas, aunque también son objeto de los mismos factores de cambio que afectan a las vajillas utilitarias, son más sensitivas a la influencia de estilo por razones de prestigio, ya que son manufacturadas para consumidores. Pueden incorporar fácilmente elementos de moda, tales como pestaña basal, base pedestal, ciertos diseños, pintura negativa, etcétera. Puesto que eran objeto de importación, y como constituían artículos de comercio aristocrático, había más contacto y estímulo para la imitación e innovación.

1.4. LA CERÁMICA PREHISPÁNICA EN EL SALVADOR.

Por consiguiente, en El Salvador, la cerámica que se manufacturó en el período prehispánico fue de importancia por ser muy apreciada, a tal grado de generar demanda desde otros lugares de la región, como por ejemplo, la tradición batik usuluteco, que se difundió extensamente durante el período Formativo o Preclásico Tardío hasta el Clásico Temprano; pero no se puede asegurar que la cerámica en general se desarrollara de forma individual totalmente, si no que se ve influenciada por diferentes migraciones de grupos culturales, tales como la última de ellas, ocurrida en el año 900 de la era cristiana (período post-clásico) en que entran al territorio los Nahuas o Pipiles y dan vida a Cihuatán y a otros estilos de cerámica, entre los complejos cerámicos reportados en el área de El Salvador, se puede mencionar: la cerámica Marihua, el Batik Usuluteco, Copador, Polícromo Banderas, Salúa, Plomizo, Polícromo Campana.
1.2. BREVE RESEÑA DEL ORIGEN Y DESCUBRIMIENTO DE LA CERÁMICA.
La palabra cerámica (derivada del griego κεραμικός keramikos, "sustancia quemada") o ―Keramos, cosa hecha de arcilla, engloba toda la producción de objetos de arcilla cocida. Toda pieza de arcilla modelada y cocida, esté o no esmaltada, tanto las piezas cocidas a baja temperatura como las de alta; este término abarca desde la terracota hasta la porcelana.

A pesar de que no hay evidencia directa sobre la manera en que se inició la manufactura
de cerámica, puede asumirse que el principio de cocción del barro se conocía desde tiempos muy antiguos. El hombre fácilmente pudo haber observado que el barro alrededor del fogón se calentaba y se quemaba, y formaba por ello núcleos sólidos y duros. En muchos casos, en las antiguas prácticas para cocinar se empleaban canastas forradas con barro, en las que colocaban piedras calientes para calentar sopas u otros líquidos. En muchas ocasiones, la canasta pudo haberse quemado, dejando intacto el forro de barro. El siguiente paso lógico pudo ser la manufactura de una vasija de barro. La superficie de algunas vasijas antiguas de la Costa Sur de Guatemala y de Chiapas, como las de la Fase de Cuadros, y también otras de la Tradición Woodland, del noroeste de Estados Unidos, a menudo simulan el tejido de una canasta, lo que sugiere que cocinar en canastas forradas de barro pudo haber sido el antecedente más inmediato de hacerlo en vasijas de cerámica colocadas directamente sobre el fuego.

Según el Arqueólogo Investigador Fabio Esteban Amador, quien trabajó para el Instituto
de Estudios Históricos, Antropológicos y Arqueológicos, de la Universidad de El Salvador, el concepto de cerámica prehispánica lo podemos entender de la siguiente manera: ―Todo aquel producto de barro que ha sido manipulado para formar o elaborar diferentes portadores de alimentos o de líquidos. Pero también, existen otras clasificaciones de cerámica pre-colombina, pues no todo tiene un uso para contener líquidos o para cocinar, sino que también existen diferentes formas que no tienen ninguna función práctica. Hay simplemente hachas en cerámica, pero son objetos para hacer fácil la agricultura o el proceso de transformación de alimentos, o simplemente figuras. Entonces la cerámica precolombina o prehispánica, es básicamente, una gran clasificación de objetos de diferentes tipos y formas, colores, expresiones,texturas, etc‖. SIC (Amador, 2007,

comunicación personal, ver Anexo 3).


La producción de cerámica obedece entonces a distintas necesidades, estas se pueden agrupar en dos facetas, la doctora Marion Popenoe de Hatch las diferencia y describe ampliamente de la siguiente manera: ―es necesario distinguir entre las vajillas finas y las utilitarias. Las primeras son usadas como vasijas de servicio, para comer, para ritos y ceremonias, etcétera. En su manufactura se enfatizan los valores estéticos, así como la función, por lo que generalmente son engobadas y decoradas. Las vajillas utilitarias se usan para cocinar, llevar, almacenar, etcétera. En su manufactura se destaca la función, y hay menos interés en el atractivo estético, aunque pueden tener decoración.
Las vajillas utilitarias, por lo común, eran manufacturadas localmente, y no se difundían a grandes distancias, salvo que estuvieran asociadas a un producto exportado. Por el contrario, las vajillas finas, como objetos preciados, podían exportarse a áreas distantes, y se encuentran, con más frecuencia, en las viviendas de la élite. Había más variedad en las vajillas finas, ya que, hasta cierto grado, éstas se seleccionaban por su belleza. En ellas se puede apreciar innovación, originalidad y destreza; y aun la representación de una fuente de prestigio. Por su producción más costosa, y porque eran objeto de un comercio más amplio, las vajillas finas tienden a ser imitadas y manufacturadas en centros alejados de su lugar de origen. Mientras que las vajillas utilitarias corresponden a los segmentos dedicados al trabajo y a la producción, las vajillas finas simbolizan el sector que las usaba.
Dentro del proceso cultural evolutivo, la cerámica en Mesoamérica llegó a tomar un rol determinante. En su comienzo pudo haber sido un objeto sencillo y rudimentario que solamente se usó para el almacenamiento de líquidos y granos. Suponiendo que con el tiempo, el objeto tosco pasó a ser un producto más elaborado, debido al conocimiento y perfeccionamiento de las técnicas constructivas, formas, y acabados, que a su vez conllevó al establecimiento de verdaderos talleres de elaboración de piezas cerámicas, y el desarrollo de esplendorosos decorados, que con el tiempo se convirtieron en depósitos del imaginario colectivo e incluso a relatar a través de sus dibujos y decoración la historia de los pueblos que las fabricaron.
La cerámica que se manufacturó es de gran variedad en formas, tamaños, usos y decoración. Existen vasijas, cuencos e incensarios que por sus decoraciones se denominan: Antropomorfa, Zoomorfa y Fitomorfa. También combinadas y abstractas. Si en el decorado se representa la figura humana, se le denomina antropomorfo; al asemejar animales, se le llama zoomorfo; fitomorfo a la representación de la flora; puede existir una mezcla de las decoraciones o sea combinadas; y abstracta, desde motivos lineales hasta formas iconográficas complejas, que muestra un ideograma.
Además, las formas y sus variantes se denominan por sus tipos o el número de soportes, que pueden ser tetrápodes (cuatro soportes), y trípodes (tres soportes), los cuales pueden tener relación con el diseño o figura que la pieza representa; también pueden variar en su forma: mamiformes, cónicos, de lasca, botones, entre otros; pueden ser huecos, con sonaja, o modelados de animales y frutas. El conglomerado de características particulares puede conformar un estilo cerámico que a su vez puede dividirse en complejos y grupos, y ser clasificados por lo burdo o fino de su pasta, acabado decorado, etc.
COMERCIALIZACIÓN
Centro América fue un área de paso, rica en asentamientos y comercio entre distintos grupos poblacionales; es difícil designar cual cerámica es de un lugar en especial, pues era manufacturada en un lugar determinado pero llevada a otros sitios, y en algunos casos era fabricada exclusivamente para su comercialización. Estos pueblos no solo compartían elementos de idiosincracia en común, si no también piezas cerámicas que guardan similitudes en sus formas y decorados que se pueden ordenar a través de los períodos en que fueron manufacturados. Los asentamientos se ubicaron en zonas distantes dependiendo de las factibilidades que ofrecía cada región; al transformarse en señoríos o sociedades compactas, desarrollaron sus propios estilos cerámicos, que se transmitieron a otros por medio del contacto comercial.


Ceramica Prehispanica

Debido al largo período de importación de cerámica y asimilación de materiales, formas, técnicas constructivas, producción, y decoración desde los inicios la Colonia hasta la actualidad, y desconocimiento sobre la historia de la cerámica tradicional en El Salvador, el problema objeto de investigación fue definido así: ¿En qué medida se presenta actualmente la influencia prehispánica y colonial en la cerámica tradicional salvadoreña?




Los datos obtenidos permiten establecer dos vertientes tradicionales de cerámica artesanal salvadoreña: una de origen prehispánico o mesoamericano y otra colonial o europea. Las técnicas utilizadas en la elaboración de productos cerámicos corresponden con una u otra tradición según los antecedentes histórico-culturales entre Mesoamérica y Europa.
Sin embargo, este vestigio se encuentra en peligro de desaparecer debido a las exigencias económicas de la vida actual, y factores sociales y culturales, verificando la hipótesis siguiente: “La influencia de los procesos cerámicos de elaboración, formas, usos, técnicas, y decoración de origen prehispánico y colonial disminuye en la actual producción de cerámica salvadoreña”.

Las técnicas constructivas, decorativas y morfología provenientes de las tradiciones prehispánica y colonial desaparecen remplazándolas por otras, ejemplo: la construcción de piezas cerámicas con moldes de yeso; decoración a base de pinturas acrílicas o de carácter industrial; las formas se sustituyen según las tendencias modernas. Se considera que la naturaleza tradicional dela cerámica, podría alcanzar el abandono dentro de tres generaciones en los lugares con auge en la producción cerámica.
El problema se ha planteado de esta manera, ya que la cerámica tradicional o popular actual tiene valor cultural, culinario, religioso, social y económico; lastimosamente sus orígenes y evolución son ignorados, favoreciendo la depreciación y sustitución del objeto de barro como elemento cultural, lo que suscita ―a su vez, la desaparición de talleres donde son elaboradas piezas cerámicas tradicionales, pues su manufactura no genera ingresos económicos suficientes.

Durante la investigación se observó la población objeto de estudio, constituida por artesanos que elaboran cerámica en el territorio salvadoreño, en talleres artesanales donde se producen utensilios culinarios o decorativos fabricados en barro. Además, atendiendo que el proceso de fabricación se haya transmitido de generación en generación; la preparación de la materia prima se llevara a cabo con arcillas locales, las cuales se mezclan con desgrasantes como arena, tierra blanca o “cascajo”; que el proceso de elaboración fuese rudimentario; la producción dependa del clima, el secado de las piezas crudas y su respectiva cocción; la principal forma de cocción es haciendo uso de leña y que la decoración o el acabado de la superficie sean variadas, empleando técnicas como engobes, vidriado, y pigmentos naturales como el nacazcol, nance, etc.

Para conocer el universo de sitios y artesanos que elaboran cerámica en el territorio nacional se visitó, en primera instancia, el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte
(CONCULTURA) ahora Secretaría de Cultura de El Salvador, la Corporación
Salvadoreña de Turismo (CORSATUR), Dirección General de Estadística y Censos
DIGESTYC, la Comisión Nacional para la Micro y Pequeña Empresa (CONAMYPE) y la Cámara Salvadoreña de Artesanos (CASART) y la Biblioteca del Ministerio de Economía; sin embargo no se logró obtener resultados del todo favorables.

Fue así como se conoció talleres en Quezaltepeque, departamento de La Libertad, Monte San Juan en Cuzcatlán, y Guatajiagua en Morazán, permitiendo verificar su existencia y recopilación de información preliminar sobre talleres artesanales en el país.

Lo que constituye territorio de la República de El Salvador, fue parte del corredor
Mesoamericano, donde se produjo estilos cerámicos de importancia tales como: Batik
Usuluteco o Usulután, Copador, Marihua, Polícromo Banderas, entre otros. La cerámica fue uno de los elementos de intercambio principales en el comercio; se encuentran muestras de diferentes estilos en sitios distantes de los centros de producción, lo que vuelve difícil el establecimiento de éstos. Así, estilos particulares se encuentran en diferentes regiones de Mesoamérica, con su sello característico de modelado a mano o la utilización de moldes de barro para la construcción de piezas, que luego eran engobadas y quemadas en hornos de leña abiertos, al menos en la mayoría de los casos; las piezas fabricadas en aquellas épocas alcanzan la actualidad como vestigio del origen de las sociedades actuales.

Las sociedades mesoamericanas diversificaron la explotación de los recursos naturales, lo que a su vez significó ampliación de conocimientos y tecnología para la obtención de insumos, propiciando la migración hacia lugares favorables para la actividad comercial.

En la agricultura, se caracterizaron por la producción de distintos cultivos: ―el chile, el fríjol, la calabaza y el maíz. Además, los grupos humanos desarrollan la explotación de otros recursos que exigen la creación de otro tipo de tecnología como trampas, redes, utensilios de madera y hueso, así como canastas y una micro tecnología en piedra trabajada a golpes. Aquí se forman las primeras aldeas rurales y pescadoras que se situaron por las costas, los valles intermontanos, los lagos, etc., hasta alcanzar otros sitios favorables. En este momento hay un gran movimiento de grupos humanos hacia la costa del pacífico de El Salvador, Guatemala, al Soconusco y tierras bajas del Petén Guatemalteco y Campechano.‖7 Además, hacia la península de Yucatán, Chiapas y tierras altas de Guatemala, también Oaxaca y la costa del golfo de México. Las ocupaciones de estos grupos humanos tuvieron una tradición cultural común difundida, y que con el tiempo se fue diversificando por las adaptaciones ambientales locales y regionales.

Las tareas se dividieron a su vez por género, encargándose los hombres de la caza, pesca y tareas del campo, mientras las mujeres se ocupan de tareas domésticas como procesar los alimentos, pieles, textiles, fibras, etc. La división del trabajo y el desarrollo de las industrias generó nuevas necesidades, entre ellas la de almacenar productos y excedentes; se añadió a la cestería, la cerámica,llega a convertirse en algo que es indispensable para la transformación de los alimentos o para guardarlos en las épocas duras o en tiempos en que no se pueden encontrar.—8 Esta necesidad de almacenar y cocinar alimentos ocasiona una búsqueda constante de técnicas y formas que se adaptaran a cada uso, doméstico o ritual de manera que se mejoraba su función.