jueves, 6 de noviembre de 2014

Fowler ha escrito que la amplia distribución de Gualpopa y Copador (término compuesto a partir de los nombres Copán y El Salvador) desde el occidente salvadoreño hasta la región suroccidental de Honduras, es un indicador de que existió una red comercial entre estas zonas durante el Clásico. Beaudry incluye en esta área de intercambio la zona del Motagua Medio en Guatemala —ambos autores citados por Genovez—.42
Copador y Gualpopa se distinguen por la presencia de seudoglifos, figuras humanas llamadas ―nadadores‖ y otros motivos en rojo y negro sobre crema o beige como decoración; el rojo en el primero, sin embargo, está hecho a base de hematita especular.
El intercambio que sugiere la distribución territorial de ambos tipos, representa contactos estrechos entre los grupos de élite del centro y occidente de El Salvador y los de Copán.
En el oriente tuvieron amplia distribución las vajillas Salúa (término compuesto a partir de los nombres El Salvador y Ulúa), quizá originalmente fabricadas en Honduras e importadas desde allá, pero que serían copiadas para fabricación local.

Sus diseños muestran figuras humanas o fantásticas con ricos atavíos y llamativa vestimenta, combinados con bandas de volutas, grecas y petates o esteras; todos ellos con gran policromía. Esta cerámica aparece con cierta frecuencia en el occidente del país, muchas veces junto a Copador; pero esta última es rara en la zona oriental.


Además de la gran cantidad de vajillas cerámicas burdas utilitarias y finas de servicio o para comercio, durante el Clásico se produjeron numerosos incensarios y braseros con espigas y púas, así como figurillas (sobre todo femeninas) modeladas y moldeadas de las fases Payu, Lepa y Tamasha, correspondientes al Clásico Tardío (650/700-900/1000 d. C.). Se reportan otros artefactos como instrumentos de viento y percusión (pitos simples, pito-flautas, flautas, ocarinas y tambores), orejeras, sellos, malacates (pesos de huso para torcer fibra de algodón y producir hilo para textiles), tiestos trabajados, moldes para producir figurillas, pesos para atarraya y cuentas ornamentales.La cerámica Plomiza Tohil y Policroma Nicoya han sido asociadas a la expansión Pipil en el territorio salvadoreño. Estas vajillas fueron comercializadas a través de Mesoamérica y se han encontrado en el centro de México, importadas desde Centroamérica.En una vía contraria fue traída hasta aquí Anaranjado Fino. El Museo Nacional de Antropología ―Dr. David J. Guzmán‖ en San Salvador posee varios ejemplares de dichos estilos. La cerámica plomiza parece haber sido fabricada en algún lugar del occidente deGuatemala y comercializada desde ahí a toda Mesoamérica; la Nicoya fue creada en alguna zona entre Nicaragua y Costa Rica, y luego distribuida hacia el norte, donde fue ampliamente copiada.



1.4.3. Período Posclásico.
Hay un inventario considerable de artefactos cerámicos fabricados localmente o importados durante el Postclásico (900/1,000 a 1524 después de Cristo) en El Salvador; aunque no todos pueden adjudicarse a los Pipiles, la mayoría son asociados a este grupo. Se tienen efigies de ―Xipe Totec‖, una divinidad Nahua, cuyo nombre significa ―Nuestro Señor el Desollado‖; incensarios ―Las Lajas‖ (de gran altura y decorado con picos o espinas cónicas); figurillas ―Mazapan‖, que son efigies moldeadas y muy similares a otras encontradas en México Central; vasijas y efigies ―Tlaloc‖, el dios de la lluvia de las culturas del valle central mexicano; efigies jaguar, de tamaño cercano al natural; así como la vajilla Marihua Rojo sobre beige, la cual exhibe diseños con aparente origen en el centro de México.


Entre otros objetos de la industria cerámica asignada al Postclásico pueden ser mencionados: cierto tipo de figurillas con ruedas, efigies de calaveras trepanadas, sapos
suplicantes‖, incensarios de estilo Mixteca-Puebla, pipas y cerámica micácea (con mineral de mica en la pasta) en varias formas, cántaros de cuello corto y superficie bruñida (fuerte alisamiento), comales planos y vasijas policromas con engobe crema, conocida esta vajilla como Chinautla, importada desde las tierras altas Centrales de Guatemala.

1.5. TÉCNICAS Y PROCESOS DE ELABORACIÓN DE CERÁMICA
PREHISPÁNICA MESOAMERICANA.
1.5.1. Materia Prima.
La elaboración de la cerámica exige un proceso previo de selección de la arcilla, lavado de impurezas, adición de un material desengrasante o antiplástico para determinar su modelado, tal como paja, arena, concha o cerámica molida y otros. No todos los pueblos utilizaron los mismos tipos de arcillas ni las mismas clases de desgrasantes.
Probablemente, en la mayoría de los casos, se trabajó con arcillas locales extraídas de yacimientos cercanos, las cuales se mezclaban con desgrasantes. A esta mezcla se le agregaba material orgánico para que desapareciera en la quema y así obtener una pieza de menor peso, que facilitara el transporte.
1.5.2. Procesos de Construcción.
En cuanto a construcción, la técnica del modelado (darle forma y detalles con el movimiento de los dedos) habría sido, sin duda, la más generalizada en tiempos prehispánicos, pues los moldes para elaborar vasijas se utilizaron limitadamente y el torno de alfarería como lo conocemos ahora no se usó sino hasta con la llegada de los españoles a estas tierras.
La técnica para la confección de la cerámica variará, así, desde la utilización de una pella de barro que se ahonda, ahueca y conforma con la mano, utilizada para cerámicas toscas y no de muy gran tamaño, hasta la del adujado, o enrollamiento de cilindros de arcilla que se colocan sobre una base y se van superponiendo y alisando con los dedos.
Posteriormente, las superficies se alisan y allanan con la mano, con una piedra fina incluso con un pedazo de cuero. En épocas tardías y en culturas complejas se generalizará el uso del molde, vaciándose las piezas en dos mitades que luego se acoplan, borrándose esmeradamente la línea de unión.



En general, las piezas o vasijas fueron construidas a base de distintas técnicas, como rollo, pellizco, horma (plantilla para formas básicas) y en algunos casos hasta molde de barro cocido (para obtener piezas con mayores detalles) para optimizar la producción.
Entre las técnicas y procesos de elaboración, las más desarrolladas y difundidas fueron: rollo y pellizco.

1.5.3. Producción.
La técnica para la realización de todos estos elementos varía entre el modelado a mano y la utilización del molde o la combinación de ambas, dependiendo en cada caso de la época de su realización o de la cultura donde se producen.
En las sociedades más desarrolladas se constituyeron talleres artesanales; los artesanos conformaron una de las capas sociales con cierto nivel de importancia. Se llegó a producir grandes volúmenes de piezas cerámicas que eran exportadas para cubrir la demanda. Para agilizar la producción utilizaron moldes de barro cocido, lo que significó otro avance tecnológico.

1.5.4. Formas.
El hecho de que la cerámica sea uno de los elementos más constantes entre las culturas indígenas americanas y de que de cerámica se manufacturasen gran cantidad de objetos diversos, hace que la cerámica participe de múltiples funciones, ya sean de índole
doméstica, funeraria o ceremonial, al margen de que también pueda ser considerada ocasionalmente como obra de arte.
Entre las culturas menos complejas, la cerámica, de formas simples, se utiliza sobre todo para cubrir las necesidades de la vida cotidiana. Se encuentran a así numerosas formas de vasijas que reciben múltiples nombres, muchos de ellos referidos a su uso concreto, tales como cuencos, platos, platones, fuentes, vasos, tazas, botellas, alcarrazas, entre las cuales se cuentan algunas muy especializadas que proporcionan valiosas indicaciones sobre la existencia de determinadas costumbres y pautas de alimentación. Por ejemplo en muchas regiones de México se encuentran los molcajetes, a manera de cuencos con pequeñas patas y fondo levantado por medio de incisiones que se sabe se utilizaban para moler chile y otros condimentos semejantes. Grandes platones con esquirlas de sílex incrustadas hacían la función de ralladores. Presencia de budares, o grandes discos de cerámica con el borde levantado que se utilizan para cocer las tortas de harina de mandioca. Se usaron muchos recipientes de gran tamaño para almacenar alimentos: su presencia se asocia a la existencia de maíz. Son grandes vasijas de gruesas paredes y factura no muy delicada que solían enterrarse en el suelo a modo de silos.
Se hacen así de cerámica objetos relacionados con la obtención de alimentos o con diferentes tipos de manufacturas, como las pesas de red o los volantes de huso también llamados malacates en México y torteros en Suramérica; sellos o pintaderas, de forma cilíndrica, utilizados para el estampado de cerámica, de tejidos, e incluso de la piel humana; objetos ornamentales, como chaquiras, cuentas de collar y orejeras; instrumentos musicales, algunos simples silbatos ornitomorfos empleados como reclamos de caza, y también verdaderas flautas y ocarinas antropomorfas; símbolos de prestigio, como apoya nucas y banquetas y, sobre todo, objetos que tienen que ver con creencias y culto, como las ya mencionadas figurillas de carácter antropo o zoomorfo o incluso fantástico, y máscaras de gran variedad de formas y tamaños.

Y en ocasiones se usó también la cerámica como recipiente para cadáveres. Son las urnas funerarias, vasijas de formas variadas, pero siempre de amplia boca y cuerpo panzudo, de dimensiones variables, pero por encima de un tamaño mediano.
Pero la función fúnebre de la cerámica no se limita a la de recipiente de los restos. Sobre todo en culturas complejas, como en las denominadas jefaturas, donde los aspectos de culto a los antepasados son de primordial importancia, el fasto de los enterramientos adquiere enormes proporciones y en él la cerámica juega un papel de primordial importancia. Puede tratarse de recipientes para contener tanto alimentos como ofrendas varias, o bien representar, ya sea en forma de cerámica pintada, modelada o figurillas, escenas de todo tipo cuyo propósito es rodear al difunto de todo lo que le era familiar en vida, pero en cualquier caso realizados de manera espléndida y espectacular.
También en culturas complejas, donde otros aspectos ceremoniales y rituales son así mismo de enorme importancia, la cerámica, por obra y gracia de la mano de artistas especializados, se convierte, además, en imprescindible para cubrir partes importantes de dichos rituales. Se encuentran así, por ejemplo, un amplia variedad estilística de quemadores de copal o incensarios, que pueden tomar la forma de un pequeño recipiente cubierto con un enorme tapadera repleta de elementos diversos o, a la inversa, una pequeña tapadera o ausencia de ella cubriendo un gran recipiente que adopta la forma de una gran figura humana o animal.



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